martes, 27 de enero de 2009

Pues sí, a mi también me ha llegado algún que otro e-mail invitándome a registrarme en el famoso "caralibro", como lo llama mi amigo Jordi. Y coincido con él en mi negativa a formar parte de la Web 2.0 en cualquiera de sus variantes, si bien la excepción que confirma la regla es sea la presente bitácora.
He estado echándole un vistazo a esto que llaman las redes sociales. Y bueno, mi opinión inicial no ha cambiado mucho, por no decir un ápice. No me gustan porque no aportan nada. Cuando digo nada me refiero al hecho de tener que registrarte y con ello tener que volcar alegremente a la red de redes información sobre uno mismo, pasando por el hecho de que esa información puede ser tan verdadera como falsa. Y ahí veo yo la clave del asunto. Da igual que cuentes tu historia o te la inventes. Lo importante es lo que pones: tu nombre, tu película favorita, tu plato preferido, el viaje de tu vida, tus amigos... Esto último es muy bueno, lo de los amigos. Otro factor importante en estos antros es el ir añadiendo amigos y amigüitos de todo linaje y ralea. ¡Si Platón levantase la cabeza!

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