viernes, 9 de mayo de 2014

No mires al cielo


 Y nunca le recordaba lo que no se debía contar. Así que el renacuajo siempre lo soltaba con inocente naturalidad. Un día la maestra le oyó. A la salida del colegio la docente abordó discretamente al padre. De camino a casa el hombre iba caviloso, sin mirarle, apretándole fuertemente la mano. Tanto que el crío expresó malestar. Los ojos, verdes unos, azules los otros, se encontraron ante un semáforo. “Ya te he dicho alguna vez que hay cosas de papá que no debes contar”. El niño se revolvió apartando la mirada y se justificó. “Pero, papá, si es verdad. Mamá siempre me dice que no hay que mentir. Y yo te he visto. Te he visto volar.”

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