sábado, 14 de septiembre de 2013

I Love Bárcenas

 Hace un minuto que lo he decidido. Bárcenas es mi nuevo referente. No sé si ideológico, espiritual o montañero. Me conquistó en una de sus múltiples comparecencias ante el juez Ruz con un comentario. Una reflexión tan unívoca como tajante: el dinero no debe de estar ocioso. Sigo admirado ante tal desparpajo ante un tribunal. Ole sus güebos. Ni las sesudas teorías de Keynes o Smith pueden ir tan directas al grano de cómo hacer que funcione la economía.
 En este país cainita hasta el corvejón, plagado de canallas que tiran colillas por la ventanilla del coche, dueños de perros con menos cociente intelectual que sus mascotas y donde hay coches oficiales hasta para el subsecretario del subsecretario segundo de no sé qué, él, el puto amo como le llaman por ahí, me ha conquistado con su frase lapidaria en el sitio adecuado.
 ¿Ha sido un corrupto? No me importa, de verdad lo digo. Me inclino a pensar que la cosa se le fue de las manos y no ha habido más remedio que pillarle. Y seguro que no con todo. Él, además de inteligente, es listo. ¿Qué se juega? ¿La cárcel? Al salir ya disfrutará en algún recóndito lugar del barrio de Salamanca o de la Moraleja.
 Un tipo como éste no es casualidad. Hay más como él. Sólo hay que leer los periódicos que, aun siendo partidistas, nos siguen informando rigurosamente de los líos habidos. Porque líos los hay a cascoporro. Antes de la crisis los aplaudíamos ciegamente. Ahora no. Y es que como sociedad nos merecemos a los Bárcenas. Tanto pépé como pésoe ( y olé) deberían ser a estas horas partidos marginales.
 Este país, España lo llamamos todavía, tiene un problema, un gran problema. Y no es la crisis. Es un problema cuasi estructural. Y tampoco es la clase política, que algo tiene mucho que ver. À mon avis, que diría Sarkozy, es que la ley no se cumple. Bueno, vale, cuando interesa sí, pero cuando no interesa no. Ojo, no estoy pensando, sólo, en poderosos grupos de presión, lobbies que dirían los repipis y la Botella (porque es un término inglés, of course), sino cualquier administración del Estado: gobierno central, delegaciones del gobierno central, subdelegaciones del gobierno central, comunidades autónomas, delegaciones de las comunidades autónomas, diputaciones, subdiputaciones, consejos comarcales, consejos intercomarcales, veguerías (porque cuando las aprueben en Cataluña en Murcia también lo harán, tiempo al tiempo), ayuntamientos, distritos de barrio y administradores de fincas. Por poner algunos ejemplos, vamos.
 Un ejemplo, la ley del suelo de Aznar (uy, ¿éste no era coleguita del puto amo?). Sí, de aquellas tempestades vienen estos lodos. Dejándonos de demagogias (¿dónde lo habré oído ésto?), el objetivo de la ley era claro y meridiano. Consistía en abaratar el precio de la vivienda. En fin, hoy sabemos que resultó todo lo contrario. Y digo yo, así, en modo tabernario, si se veía a las primeras de cambio que una ley no está cumpliendo su motivación original, ¿no debería necesariamente cambiarse?
 Otro, la ley de dependencia. Maravillosa, superbonita y superchachipiruli, venga ZP. Y resulta que.. ¿tenemos una ley aprobada que luego no se aplica? ¿Cómo? [Aquí iría el emoticono del guasap que está flipando en colores].
 Y así nos podemos encontrar leyes y más leyes que no sirven a su propósito, que no se aplican (incluidas sentencias judiciales) y así nos va. Sí, claro, la clase política es responsable de ello. Pero ellos son consecuencia de una sociedad que les vota (y menos mal) y que luego no le importa la gestión del día a día en su municipio o comunidad de regantes. Y, claro, luego nos extrañamos que los Bárcenas anden sueltos.

1 comentario:

El Tabernero dijo...

Mi amigo Fran se ha acercado a la taberna a explicarme que lo correcto es "cociente intelectual" y no "coeficiente intelectual" como ponía originalmente. RAE mediante, hemos procedido a desagraviar dicho entuerto.