sábado, 29 de octubre de 2005

Querida amiga:

Me pides su e-mail. No sé por dónde empezar. Cuentan los más viejos del lugar que llegó a tener hasta ¡tres cuentas de correo simultáneamente! Una era la de la Universidad, otra la de su compañía proveedora de servicios de Internet y por último la de Hotmail. Mediante esta última se conectaba asiduamente para charlar con sus colegas y jugar aquellas míticas partiditas del "Empires". Tiempos dorados de Internet, a pesar de aquellos 56K.
Pero cometió un error de cálculo: se apuntó a todos los boletines que encontraba surfeando habidos y por haber. De pronto sus cuentas de correo empezaron a llenarse con miles de e-mails que eran imposibles de leer en un solo día. Trató de borrarse de algunos, pero seguían llegando más y más. Se reproducían en la pantalla de su ordenador a ritmo de byte. Sus buzones se colapsaron. El caos se adueñó de sus sueños y esperanzas en las nuevas tecnologías. Y todo esto unido a sus continuas derrotas en el mejor juego de estrategia jamás inventado, por elegir mal a sus aliados y de determinados espías supersecretos que nunca llegó a conocer :-), le llevaron a odiar la tecnología, a convertirse en un tecnófobo como aquellos ludditas ingleses.
Se le trató de convencer mediante enciclopedias de minerales informáticas y fondos de pantalla de aragonitos, pero no. Además, la incompetencia de un sistema operativo no preparado para navegar por la Red, el Windows 98, hizo milla. Y por si todo esto no fuera poco pasó lo peor. Su chino, asqueado de soportar un Win98 original mientras los de sus coleguitas corrían con XP piratas, se suicidó quemando el disco duro, la grabadora, la memoria RAM y dejar algo chamuscado el cable de la impresora, esa que le costó 30000 pesetas. Todo muy tramático como para seguir adelante.
Luego llegaría el duro exilio en la Comarca: levantarse pronto, largas caminatas, poco abastecimiento de bolsas de patatas fritas en la única tienda del pueblo e intentos de fuga de su dinosaurio... Demasiado estrés como para acordarse de la web en esa región inhóspita.
Y llegó el día, eso cuentan, que decidió darle una nueva oportunidad a la industria del silicio. Se hizo, o le hicieron, no se sabe con exactitud, una cuenta de correo electrónico. Nadie sabe cuáles fueron los motivos, las necesidades, el ímpetu que le llevó a virar el rumbo de su vida de esa forma. Dicen que envió dos e-mails hacia a las estepas siberianas. No hay pruebas de ello. El testigo, créeme, no merece excesiva credibilidad por el constante estrés que se autogenera. Bien pudo ser una alucinación. Pero te lo he de contar tal y como me han llegado los rumores. Tal vez haya algo de verdad, como con lo de aquello de que se separaron las aguas del Mar Muerto porque un tipo extendió los brazos. No sé amiga. Sólo puedo desearte suerte en tu búsqueda del Santo Grial del S.XXI.
Un abrazo, Longinos

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