Qué tranquilo estaba el museo. Hace veinte minutos ardía de público, gente, la mayoría, que no paraba de ir de una exposición a otra a un ritmo vertiginoso y otra, la menos, que se pasaba tiempo y tiempo en la misma exposición. Y ahora el silencio entre aquellas paredes de cemento y vidrio. ¿Dónde dejé el libro? Ah, sí, allí. Aquí está. Nos vamos.
Sólo mis pasos resuenan en el área de exposiciones y... ¡El mundo se acaba de parar! Contemplo ante mí el espectáculo más aterrador que se puede da en un museo de ciencias: El péndulo de Foucault está parado. El puñetero plano de oscilación ha pasado a mejor vida. Solo, frente a la bola, contemplo el tragicómico teatro que es la vida.
Sólo mis pasos resuenan en el área de exposiciones y... ¡El mundo se acaba de parar! Contemplo ante mí el espectáculo más aterrador que se puede da en un museo de ciencias: El péndulo de Foucault está parado. El puñetero plano de oscilación ha pasado a mejor vida. Solo, frente a la bola, contemplo el tragicómico teatro que es la vida.
1 comentario:
por favor q se pare el pendulo de foucault a mis 29 añitos...xq veo q el tpo pasa muy deprisa, y no se detiene,y aun me parece q fue la semana pasada cuando hice mis 18 años o incluso q fue ayer cuando conoci a Jose en aquel pueblo perdido de Murcia!!Longi paralo, que la vida pasa muy deprisa!!!...y por cierto la volta a peu ya esta ahi..asi que acuerdate de recoger las dorsales
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