Ocurrió hace unos años en París. Me subí en el metro para ir a clase o a cualquier otro lugar. Me gustaba ir andando pero era invierno, no era cuestión de tentar un constipado gabacho.
Pasado un momento me percato que enfrente mío hay un vagabundo, un sans-abri, dormido, al calor del transporte submetropolitano parisino. Curva cerrada, Newton y la ley de la inercia entran en escena, y el cuerpo de ese hombre se viene hacia mi. Choca conmigo. El vagabundo abre los ojos y me mira implorándome disculpas, "Pardon Monsieur, pardon monsieur" Apenas escucho sus rápidas y balbuceantes disculpas. No puedo dejar de mirarle a los ojos. Está aterrado. Le digo que no pasa nada, que no se preocupe, pero él se arrebuja en su asiento inmóvil, tratándo de hacerse invisible enfrente de mi, temiendo que le grite o le golpee. Espanto en sus ojos. Decido levantarme del asiento. Noto un recelo nervioso en el hombre. Sin más, me bajoen la siguiente parada. No sé cuál es en ese instante. Me siento en el andén. Me ha dejado impresionado su mirada. También que yo le haya podido provocar miedo.
Ignoro la vida del hombre que teníao delante. Desconozco qué circunstancias le han llevado a este instante hasta que nuestras vidas se han encontrado en el vagón del metro, en una curva.
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