No es una guerra. Sin embargo puede que sea lo más parecido. Miedo, terror y muerte. Y por supuesto, negación. Es comprensible. Debe ser comprensible. Pienso que es sólo una maniobra, un ejercicio rutinario que se debe de hacer y se hace. Me centro en estos pensamientos mientras voy sentado en el camión camino de una residencia. Mis compañeros tampoco están para largas charlas, ni tan siquiera para cortas. Una hora antes el breefing ha quedado todo claro. Sabemos el orden, desde cómo entramos, cómo nos distribuimos, dónde están los cuerpos, los de los vivos y los de los muertos. Y cómo salimos: con el alma rota. Vamos.
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