lunes, 19 de noviembre de 2007

La despedida

Los nervios se tensan con el peso de las maletas. No hay manos suficientes para un equipaje que lo más probable es que al llegar al destino quede aparcado días y días. Tal vez se abra alguna maleta para sacar la muda y los regalos. Eso si me acuerdo de comprarlos. No sé con cuanto tiempo llegaré a la Gare. ¿Vendrá alguien conmigo a despedirme? Espero que no. En las despedidas tratas de condensar en un abrazo o un beso la amistad y el cariño que sientes y luego va y te sale un churro. Miro, por última vez, el reloj de la cocina, de esa cocina. Las seis y veinte de la tarde. He de coger el metro, mi último metro de mi último día. Voy a cerrar la puerta de la casa y no puedo evitarlo, vuelvo a mirar al reloj de cocina. Me juro que es la última vez que lo miro. Pero no puedo, las lágrimas me impiden ver sus manecillas.

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