lunes, 25 de octubre de 2010

de una melodía

Se despertó con aquella melodía todavía sonando. Le susurró algo sobre una canción, es de música clásica dijo. Ella seguía durmiendo y le apartó con el brazo en un signo inequívoco de que ni le había oido ni tenía intención de hacerlo. Cinco minutos más tarde, con la salida del café, la música se esfumó. A estas alturas no podía ni tararearla mentalmente.
No recordaba nada del sueño. Sabía que era importante. Algún rastro de felicidad se entreveía en el asunto. Pero nada, ni rastro de esa música, esa deliciosa composición. Se sentó ante la mesa del escritorio, cogió un papel y escribió la palabra abeja. Sólo abeja. Así decidió que cada vez que le viniese algún recuerdo la canción a la mente escribiría lo primero que se le viniese. Al cabo de unas semanas la hoja seguía únicamente con la palabra abeja. ¿Qué abeja? ¿Le había picado una abeja cuando la escuchó otrora? No sabía.
A fecha de hoy la hoja sigue igual, tal vez más desgastada. La melodía ha vuelto a aparecer alguna vez. Pero no logra identificar nada de ella, ni tan siquiera su autor. Pero es importante para él porque cada vez que tiene la suerte de recordar esas breves notas siente que es importante averiguarlo. No sabe el porqué pero cuando la escuchó tiempo ha fue feliz; y claro, quiere rebuscar y encontrar esa felicidad. ¿Quién no?

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