jueves, 16 de abril de 2015

De caza

 La intención de seguir siendo sólo amigos se quedó en agua de borrajas. Y a la primera de cambio. Aquel primer día de primavera ambos grupos se encontraron en la llanura. Los escindidos portaban dos venados recién cazados. La mujer que les dirigía se acercó al otro jefe, un robusto varón. Ella le preguntó, o le esputó, si se podía pasar. Si las miradas matasen allí habría habido una carnicería, y no precisamente de carne de ciervo. Dejando pasar el tiempo imprescindible para no dar sensación de claudicación se apartó. Mientras se alejaban, el hombre y la mujer se preguntaban cuándo se volverían a reencontrar.  

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