martes, 13 de octubre de 2015

Dos cubiertos y una ilusión.

Suspiró profundamente. Miró al móvil y dudó en silenciarlo o apagarlo. Dubitativamente no lo tocó. Fue a la cocina donde comprobó por enésima vez que todo estaba preparado. Volvió al salón y se acercó a la mesita donde estaba el móvil. Volvió a dudar delante del aparato pero comprobó que no había recibido ningún mensaje, tampoco ninguna llamada. Lo dejó y contó las sillas. Al sentarse en una de ellas le llegó el sonido que anunciaba un mensaje entrante. Cogió su smartphone y lo miró de reojo, comprobando únicamente que el aviso era real. No quería leer la excusa. Ni tan siquiera se molestó en recoger nada. Siguió sentado haciendo grandes esfuerzos por no pensar. Se levantó y comprobó que las sillas estaban perfectamente alineadas a la mesa. Esa noche se quedaría vacía. Como su corazón.

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