¡Finalmente nos hemos ido a ver las estrellas! La gente del museo ha visto las estrellas. Ha costado lo suyo, no por ganas e ilusión sino porque cada vez que se programaba una salida venían nuestras amigas las nubes y tocotó. No estaban todos pero éramos bastantes. Tampoco había telescopios :-( pero sí cuatro coches, 15 lunáticos y un láser verde :-)
Al salir del museo nos encaminamos, con cierto retraso, camino de Alcublas. Hicimos parada en el pueblo y ya allí empezamos a ver un cielo limpio, un aperitivo de lo que veríamos después. Aquí Jorge no se pudo contener y sacó su cámara de fotos.
Emprendimos el tramo final de nuestro viaje a las estrellas y nos encaminamos, con coche claro, a la explanada que hay saliendo del pueblo, en dirección al corazón de la Sierra de Espadán. Y sí, llegamos. Al salir del coche me quedé, como tantas veces me ha ocurrido, maravillado del cielo: ¡podía ver claramente la Vía Láctea! Me dí cuenta que había pasado demasiado tiempo. Demasiado.
Cenamos en círculo alrededor de una linterna. Y cuando acabamos la cena y apagamos la luz pudimos contemplar el cielo. Se improvisó una sesión de planetario: de la Osa Mayor llegamos a la Polar que nos marcó los puntos cardinales y nos descubrió a la Osa Menor. Encontramos Arturo, el guardián de las Osas y vocero de la primavera. El Cochero y la Corona Boreal. La Vía Láctea nos enseñó a la madre de Andrómeda y esposa de Cefeo, Casiopea. Vimos el triángulo (¡isósceles por Dios, que alguien consulte la wikipedia!) de verano: Deneb en el Cisne, Vega en la Lyra y Altair en el Águila. Pudimos ver cláramente a Antares, el corazón de la siempre magnífica e impresionante constelación del Escorpión. Y la guinda: el diós Júpiter.
Fue fantástico disfrutar del cielo con vuestra presencia, gracias chicos. Las fotos son de Jorge.Al salir del museo nos encaminamos, con cierto retraso, camino de Alcublas. Hicimos parada en el pueblo y ya allí empezamos a ver un cielo limpio, un aperitivo de lo que veríamos después. Aquí Jorge no se pudo contener y sacó su cámara de fotos.
Emprendimos el tramo final de nuestro viaje a las estrellas y nos encaminamos, con coche claro, a la explanada que hay saliendo del pueblo, en dirección al corazón de la Sierra de Espadán. Y sí, llegamos. Al salir del coche me quedé, como tantas veces me ha ocurrido, maravillado del cielo: ¡podía ver claramente la Vía Láctea! Me dí cuenta que había pasado demasiado tiempo. Demasiado.
Cenamos en círculo alrededor de una linterna. Y cuando acabamos la cena y apagamos la luz pudimos contemplar el cielo. Se improvisó una sesión de planetario: de la Osa Mayor llegamos a la Polar que nos marcó los puntos cardinales y nos descubrió a la Osa Menor. Encontramos Arturo, el guardián de las Osas y vocero de la primavera. El Cochero y la Corona Boreal. La Vía Láctea nos enseñó a la madre de Andrómeda y esposa de Cefeo, Casiopea. Vimos el triángulo (¡isósceles por Dios, que alguien consulte la wikipedia!) de verano: Deneb en el Cisne, Vega en la Lyra y Altair en el Águila. Pudimos ver cláramente a Antares, el corazón de la siempre magnífica e impresionante constelación del Escorpión. Y la guinda: el diós Júpiter.
3 comentarios:
Si alguien quiere todas las fotos de la observación que nos mande un correo a Jorge o a mí.
Gracias por las fotos y por el artículo de Pérez- Reverte.
Muy bueno el blog.Te agregaré en mi blog.
Nos vemos en el Museo.
Siempre nos quedará aquello de...
"Esto...esto qué coza éee...".
O aquello de...
"¿Ven aquella constelación que tienen allí delante? pues yo tampoco. Eso ha sido todo. Gracias por venir al planetario y hasta la próxima kadetes del espacio".
no es justo yo tenia que haber ido a dar la consagracion a las nuevas acolitas habarianas del septimo dia!
Que pena no haber llegado un dia antes.. :(
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